Campo de concentración y prisión de Orduña
Entre 1937 y 1941, en Orduña, en el colegio de los Padres Jesuitas, se estableció un campo de concentración de prisioneros de guerra; y posteriormente, en octubre de 1939, una prisión central donde fallecieron, al menos, 225 personas; 24 de ellas en el campo de concentración. Algunos de los cautivos fueron utilizados como trabajadores forzosos para realizar diversos trabajos de construcción en la zona.
El campo de concentración de Orduña comenzó a funcionar en julio de 1937, cuando el bando sublevado puso en marcha una red de campos para concentrar de forma masiva a los combatientes republicanos apresados y clasificarlos dependiendo de su grado de implicación en favor de la República. La arbitrariedad y las condiciones de vida infrahumanas eran el denominador común: hacinamiento, humillaciones, hambre, frío, enfermedades y muertes.
La mayoría de estos campos se clausuraron en 1939; salvo algunos, como el de Orduña (1939-1941), que pasaron a ser prisiones. Finalizada la guerra, Orduña pasó a ser parte del engranaje de la política penitenciaria del franquismo, especialmente diseñada para quienes perdieron la guerra. El perfil de los presos cambió, provenían de lugares alejados de Euskadi. Así, se sabe que la mayoría de las personas que fallecieron estando cautivas en Orduña eran naturales de las comunidades de Extremadura, Andalucía, Castilla la Mancha y Cataluña. Por la documentación histórica existente se conoce que, de los 225 prisioneros fallecidos en la prisión de Orduña, más de la mitad (127) eran de origen extremeño (125 de Badajoz y 2 de Cáceres), y que 87 de ellos trasladados desde el penal de Castuera.
A estos presos extremeños muertos se unieron 41 castellanomanchegos (34 de Ciudad Real, 4 de Toledo y 3 de Albacete), 22 trasladados desde la prisión de Málaga, 7 de Tarragona y los 28 restantes eran naturales de otras provincias del Estado.
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